Un legado de coherencia, humildad y revolución silenciosa
Por Milly Hasbún
El 13 de mayo de 2025 falleció en Montevideo José “Pepe” Mujica, una de las figuras políticas más queridas de América Latina. No por ostentar lujos o encabezar campañas espectaculares, sino por algo más valioso: vivir de acuerdo con lo que predicaba.
Pepe Mujica fue —y seguirá siendo— un símbolo de autenticidad, resistencia, sabiduría popular y liderazgo con alma.
🌱 Un presidente diferente
Rechazó lujos y formalismos. Donaba el 90% de su sueldo, vivía en su humilde chacra con su esposa Lucía Topolansky, manejaba un escarabajo Volkswagen y decía:
“Soy rico con poca cosa. No preciso mucho para vivir.”
Mientras otros políticos buscaban cámaras, él ofrecía verdades incómodas. Hablaba de consumo, capitalismo, juventud, ecología y felicidad con un lenguaje llano, como un abuelo sabio del pueblo.
De guerrillero a presidente
En los años 60 y 70, Mujica fue parte de la guerrilla urbana Tupamaros, que enfrentó a la dictadura uruguaya. Esta lucha lo llevó a pasar 13 años en prisión, varios de ellos en condiciones infrahumanas, aislado y con escasa luz solar.
Pero cuando recuperó su libertad, no eligió la revancha, sino el camino democrático. Fue diputado, senador, y luego presidente de Uruguay entre 2010 y 2015, donde dejó una marca profunda por sus políticas progresistas:
- Legalización del matrimonio igualitario.
- Regulación del cannabis bajo control estatal.
- Apuesta por la educación, la inclusión y la redistribución de la riqueza.
Algunas frases que marcaron generaciones fueron:
- “Triunfar en la vida no es ganar, es levantarse y volver a empezar.”
- “El poder no cambia a las personas, solo revela quiénes son.”
- “Pobres no son los que tienen poco, sino los que necesitan infinitamente más.”
Sus discursos en la ONU, sus entrevistas virales y su paso por universidades dejaron huellas en la conciencia de millones.
¿Por qué lo amaban los jóvenes?
Porque decía lo que muchos sienten, pero no saben cómo expresar.
Porque no juzgaba, no se vendía y no pretendía agradar a todos.
Porque predicaba con el ejemplo, en un tiempo en que eso es revolución.
Pepe Mujica no buscó ser eterno, pero sin proponérselo, ya es parte de la historia viva de América Latina. Su paso por este mundo nos deja una enseñanza poderosa:
Se puede ser fuerte sin ser cruel. Se puede liderar sin pisotear. Se puede vivir con poco y ser profundamente feliz.
Y eso, hoy más que nunca, es urgente recordarlo.