En el corazón de la Ciudad de México, Barolo se ha consolidado como un referente de la cocina ítalo-mediterránea. Destacando por la exquisitez de sus platillos, los procesos y la dedicación que su chef, Rafael Prado, ha implementado en cada rincón del restaurante. A través de un enfoque integral, Barolo es un espacio donde la pasión por la cocina se vive desde la apertura hasta el último comensal de la noche.
En un día a día en Barolo, el chef Rafael Prado se adentra en la cocina apenas se abren las cortinas. Su primera tarea es montar las líneas de cocina, asegurándose de que cada espacio esté listo para operar. Revisa listas de producción, enciende las estufas y hornos, y se sumerge en la rutina diaria junto a su equipo de seis personas, compuesto por encargados de la sección de pastas, de la fría y la caliente, su subchef y un lavaloza. Cada integrante del equipo tiene un papel crucial, y el chef no solo supervisa, sino que se involucra activamente, asegurándose de que todo esté en perfecto orden.
Mantener esta cercanía con el equipo no es una simple preferencia; para el chef, es esencial. “Soy cocinero antes que chef”, menciona Rafael. “Ser líder es involucrarse con tu gente, motivarlos. Yo hago las cosas para enseñarles, para que vean que estoy ahí en cada paso del proceso”. Esta filosofía ha forjado un equipo comprometido que no solo ejecuta las tareas, además comparte la pasión por cada detalle que implica la operación del restaurante.
El proceso creativo detrás de los platillos de Barolo también refleja el enfoque minucioso del chef. La selección de ingredientes es clave. Rafael Prado está en una constante búsqueda de los mejores proveedores, probando y evaluando cada producto para garantizar la calidad. El chef cree firmemente que un buen platillo empieza con ingredientes de excelencia: “Si tienes un mal producto, nunca llegarás a un buen resultado”, dice con certeza. Y es justamente esa dedicación lo que hace que Barolo ofrezca una carta vibrante, llena de sabores que varían según la temporada.

La capacitación del personal es exhaustiva y constante. Los meseros y cocineros participan en pruebas mensuales donde demuestran su conocimiento sobre la carta de alimentos y bebidas. Además, cada vez que un platillo especial se introduce, se realizan degustaciones para que todo el equipo pueda recomendarlo con propiedad, desde el chef hasta el lavaloza. Este enfoque permite que el servicio sea personalizado y que cada miembro del equipo se sienta parte del proceso creativo, lo que a su vez eleva la experiencia de los comensales.
A pesar de los estándares de calidad que exige Barolo, siempre puede surgir algún contratiempo. Cuando un platillo no satisface al cliente, el restaurante no duda en rehacerlo desde cero. Para el chef, es preferible perder un plato que un cliente. “Un comensal feliz lleva a más gente”, dice, destacando la importancia de la satisfacción del cliente sobre cualquier otra consideración.
Barolo es una extensión de la visión de su chef, Rafael Prado, y de la dedicación de un equipo que vive cada proceso con pasión y precisión. El ambiente acogedor, la calidad de los ingredientes y la innovación constante en los platillos lo convierten en un espacio donde la experiencia culinaria trasciende lo esperado. Cada visita a Barolo es una oportunidad para descubrir nuevas texturas, sabores e historias, siempre con la certeza de que detrás de cada bocado hay un equipo comprometido en ofrecer lo mejor.

En cuanto a la creatividad, los platillos son una extensión de los gustos personales del chef. Ingredientes como los espárragos o el melocotón, favoritos del chef, se integran de maneras innovadoras en su menú. Cada nuevo platillo refleja una parte de su personalidad y su gusto por experimentar con ingredientes de temporada. Así, las guarniciones y los especiales satisfacen el paladar, mientras cuentan una historia detrás de cada creación.
A la hora de emplatar, la inspiración va más allá de la cocina. Los menús degustación en Barolo se presentan con un especial cuidado estético, inspirados en diversas formas de arte, desde la pintura hasta la música. Para el chef Rafael, cada platillo es una obra de arte en sí misma, y la presentación busca reflejar un mensaje visual que complementa los sabores, creando una experiencia multisensorial para el comensal.
El ambiente que se respira en Barolo es otra pieza clave de su éxito. Ulises, el capitán de meseros, juega un papel fundamental, ajustando el ritmo del lugar según la atmósfera que se desea crear. Desde música relajada acompañada de velas para un ambiente romántico, hasta ritmos más movidos que transforman las noches en fiestas vibrantes, el objetivo siempre es el mismo: hacer que el comensal se sienta como en casa. Los muebles, la iluminación y la música están diseñados para que cada visita a Barolo sea única, adaptándose a las distintas energías que llegan a su puerta.
Para Rafael Prado, contratar personal no se basa exclusivamente en la experiencia. Busca personas con hambre de aprender, con un pensamiento crítico que les permita crecer junto a él. No está interesado en formar un equipo que solo ejecute; busca cocineros y meseros que propongan y que trabajen con la misma pasión que él. “No se cambia velocidad por calidad”, es uno de sus lemas. En Barolo, la calidad del servicio y de los platillos siempre será la prioridad.