En el ambiente musical se oía un rumor desde hacía tiempo. Quienes habían visto en Netflix la serie de cuatro capítulos sobre los primeros 20 años del hip-hop (Hip-Hop Evolution) decían que era excelente. Me llamaba la atención que personas que no proceden de la cultura del hip-hop estuvieran tan fascinadas. Cuando, por fin, la vi, tuve que darles la razón. En apenas 45 minutos por capítulo, el presentador, Shad (Shadrach Kabango), habla con los protagonistas en sus casas, estudios o barrios y, acompañado de imágenes de archivo y vídeos de la época, nos deja sin respiración con esta mini serie embriagadora que ofrece información en cada parpadeo.
Es cierto que estamos viendo un documental de música y no de historia de las ciudades, pero eché de menos que se explicara por qué el South Bronx era una zona tan peligrosa. La respuesta tiene nombre y apellidos: Robert Moses (1888-1981), responsable durante 44 años de la planificación urbanística de Nueva York. Moses perpetró en el Bronx una de las mayores barbaridades constructivas en la historia de EE UU. Proyectó una autopista, la Cross-Bronx Expressway -terminada en 1963-, para conectar New Jersey con Long Island que, como daño colateral, atravesaba la parte más densa del Bronx. Para ello fue necesario “recolocar” a más de 170.000 personas y demoler 60.000 casas.
Moses pudo haber desviado levemente su diseño y haber minimizado el desastre, pero no lo hizo. Siempre se le ha acusado de una falta de sensibilidad tremenda y de destrozar el Bronx a conciencia. Con la prepotencia que ofrece tomar decisiones sentado en la seguridad de un despacho, no tuvo inconveniente en arruinar comunidades enteras. El Bronx, hasta ese momento, no era un barrio peligroso. Allí convivían negros, hispanos, judíos de clase media baja, descendientes de irlandeses, alemanes e italianos. No era el horror postindustrial en que se convirtió tras el clasista trazado de Moses.
En vista del destrozo que iba a causar la Cross-Bronx Expressway, los propietarios y dueños de tiendas que pudieron vender, lo hicieron y se mudaron a otras zonas. Así que en la parte sur del Bronx permanecieron los sectores más desfavorecidos, además de un sinfín de solares en ruinas, con una autopista que atravesaba el corazón del barrio como un puñal. Por si eso fuera poco, en la década de los setenta la situación de Nueva York era de ruina total. Recordemos la infausta portada de The Daily News en octubre del 1975 con el desgarrador titular: “FORD TO CITY: DROP DEAD”, anunciando que el presidente Gerald Ford se negaba a usar dinero federal para salvar a la ciudad del enorme déficit. Finalmente, Nueva York esquivó la bancarrota con dinero estatal, pero a cambio de realizar numerosos recortes en policía, sanidad, bomberos y educación.
La degradación del Bronx se hizo pública durante el apagón de 1977. Cientos de personas, aprovechando la impunidad de la oscuridad, entraron en las tiendas a robar y causaron numerosos altercados. EE UU se dio cuenta de lo que sucedía en sus propias ciudades y a todo el mundo le vino el agradable recuerdo del apagón de 1965, cuyo corolario fue un aumento de la natalidad nueve meses después. En una década se había pasado de la esperanza del amor a la realidad de la guerra urbana. Y de ese fango, de las ruinas de los edificios demolidos, de los hogares rotos, del paisaje en ruinas, nacieron los colores del graffiti como una apropiación simbólica del espacio. También crecieron las rimas más intensas y que mejor han contado el alma podrida de Nueva York desde que Federico García Lorca la visitó en 1929.
El hip-hop tiene varios protagonistas, pero su punto de partida, su verdadero inicio, sucedió en el despacho de Robert Moses quien, como un malévolo Dr. No, destruyó las vidas de miles de personas. Pero el ser humano es tan malvado como generoso, y de cada ladrillo destrozado del Bronx brotó una rima, un scratch, un baile o un graffiti. El Bronx es el mensaje.
Fuente: El País.com