Crecer en el populoso barrio de Las Cañitas -al norte de Santo Domingo- no es tener una vida fácil. Allí el interés común de sus habitantes es buscar el pan de cada día, y a eso Emmanuel Reyes (conocido artísticamente como El Mayor Clásico) debió de sumarse desde muy temprana edad.
A los ocho años tuvo que a acompañar a su tío Sención de los Santos a trabajar en un “ventorrillo”, un pequeño puesto de venta callejero, en el que vendía plátanos, yuca y otros rubros. Su tiempo lo dividía entre ir a la escuela, trabajar y, cuando podía, escribir canciones.
Nació el 9 de noviembre de 1990. Su madre Josefa Reyes lo dejó a cargo de su abuela Leopoldina de los Santos y su tía Eugenia Brito. “Fui el único niño en la casa. Todos teníamos que trabajar para poder comer en casa. La vida en los barrios es muy difícil y a veces los jóvenes no encontramos un norte por donde salir”, dice el cantante urbano en su actual residencia, ahora en el Ensanche Ozama, en donde disfruta de comodidades con las que nunca soñó.
“Nunca he conocido a mi padre”
Asus 26 años Emmanuel Reyes no sabe quién es su padre. Su madre lo dejó en casa de su abuela y se fue a trabajar a Curazao. Su tío Sención fue su protector, a quien llama papi y reconoce como tal. Nunca preguntó por el nombre de su padre ni qué había pasado con él. Ahora que es figura asegura que personas, supuestamente allegadas al progenitor, se le han acercado y le han dejado un número de teléfono para que le llame. “No le he llamado porque si mi papá me abandonó es él quien tiene que buscarme y explicarme qué sucedió, por qué me abandonó”.
En ruta musical
Su vida cambió radicalmente desde su pegada bajo el sobrenombre de El Mayor Clásico, que adoptó hace siete años. Actualmente una casa de dos niveles, con piscina, amplias habitaciones decoradas con buen gusto, es el refugio del cantante. Allí comparte con sus amigos en la piscina y llegan sus fanáticos a tocar el timbre para pedir hacerse fotos con su artista.
“Esa es la vida que llevo ahora. Voy y cumplo con las actividades tarde de la noche, durante el día, si no tengo algún compromiso de grabación comparto con mis amigos en la piscina o jugamos básquetbol en la pequeña cancha que tengo”, relata a LISTÍN DIARIO.
Muy diferente a siete años atrás cuando se vio obligado a dejar sus estudios, cursando el segundo del bachillerato para trabajar duro en el ventorrillo de su tío, el cual ya le había agregado otros productos para la venta e iba rumbo a convertirse en un colmadito. “En ese tiempo vendía arroz, pollo y otros productos. Incluso ya le había hecho tramos. Cuando vendí el primer saco de arroz mi tío se sorprendió y se puso muy contento”, recuerda con nostalgia su astucia.
De no encontrar una oportunidad en la música urbana, de seguro que Emmanuel fuera un negociante en Las Cañitas.
En su niñez jugó muy poco porque el trabajo siempre fue obligatorio. Durante su adolescencia nunca tuvo novia porque su estrato social le impedía conquistar las jóvenes del lugar. “Yo era el hijo del pollero, mi vida se desarrollaba detrás de un sucio mostrador, entraba a trabajar a las 7:00 de la mañana y salía a las 9:00 de la noche”, rememora.
La música
Siendo adolescente era fanático de Daddy Yankee y Tego Calderón. La música urbana le proporcionaba la felicidad, que muy pocas veces vivía, así que escribía canciones y las guardaba. Un día se atrevió a experimentar cómo se escuchaba su voz en un micrófono y se aceró al joven Ismael Miranda, conocido en su barrio como El Cable, y quien tenía en su casa un improvisado estudio de grabación y a quien le llevaba mangú, piña y hasta botellita de agua para ganárselo de amigo.
Emmanuel grabó el dembow “Los Gucci” y a sus amigos le gustó su tema. Así que vino un segundo “Clásico” y para entonces ya se hacía llamar El Mayor Clásico.
“Mi primera actuación fue un viernes y me pagaron 4,000 pesos. El sábado compré 2,000 de cds y un poloché (t-shirt) porque al siguiente domingo tenía otra presentación y era gratis y sabía que estaría allí mucha gente, entonces tenía que invertir en ropa”, expresa con agrado. Ismael es quien lo presenta con la disquera Gran Velero Records y allí comienza su historia musical. En el 2010 fue el año de su despegue y pegada. Emmanuel llegó a tener hasta cinco presentaciones en un solo día. Ese año solo trabajaba y dormía. “Mi vida comenzó a cambiar. No tenía tiempo para comprar ni siquiera mi ropa para las presentaciones. Comencé a ser el sustento principal de mi familia y las cosas comenzaron a cambiar”.